Sobre Basilisa y el Fuego De Rafael Curcci

  ENTRE SOMBRAS Y TRANSPARENCIAS

Apuntes sobre el montaje del espectáculo “Fábula de Basilisa la luz y el fuego” (1998) realizado mediante la técnica de teatro de sombras y transparencias.


Ficha técnica- Texto y Direccion: Rafael Curci. Titiriteros: Claudio Álvarez, Rafael Curci  y Omar Álvarez- Voces: Eleonora Dafcik, Graciela Araujo, Jorge Petraglia, Román Lamas, Ana Alvarado y Emilio García Wehbi. Diseño, realización de títeres y escenografías: Rafael Curci.  





Una fábula ensombrada  para el tercer milenio

La primera vez que escuché la historia de Basilisa fue por boca de una anciana rusa quién relataba las desventuras de esta pequeña heroína a un grupo de chicos entre los que me encontraba yo.
Pero tengo que admitir que no fue Basilisa la que me impresiono en aquél entonces sino su antagonista, la bruja Baba-Yaga. Esta anciana hechicera de mandíbulas huesudas, nariz de hierro y piernas de palo, sobrevuela desde hace siglos el imaginario de varias generaciones a través de los mitos y las leyendas de la antigua Rusia. Tanto la joven heroína Basilisa como la bruja Baba-Yaga son las protagonistas de muchos y variados relatos catalogados comúnmente como “cuentos de hadas” y que hoy, gracias a ciertos estudios contemporáneos, podemos evaluar  desde distintas perspectivas más allá de su valor semántico. Por lo general, en el comienzo de cualquier cuento de hadas vemos presentarse una secuencia negativa con figuras pertenecientes a las denominadas tríadas inferiores ( su simbolismo tiene parentesco con lo oscuro y lo maligno) donde el héroe sufre las desgracias.  El nudo del relato está constituido por la prueba de las pruebas, aparecerá entonces el auxiliar mágico, la mediación y, como cierre, el ciclo positivo redentor.
Según afirma Joseph Campbell “El camino de la aventura mitológica del héroe es la magnificación de la fórmula representada en los ritos de iniciación: separación-iniciación- retorno”.
Todo cuento de hadas nos remite a una historia de transformaciones a través de las pruebas, que se dividen básicamente en tres instancias: la primera es negativa (aparición del antagonista- agresor) ; en la segunda, el héroe media entre el bien y el mal, halla al donante y al auxiliar mágico que se une a él por su virtud (fuerza) y se organizan las pruebas secuenciales; la tercera parte es la mediación cumplida, donde el héroe trasmuta el mal por el bien, recorre un camino, se transforma. Al igual que en el cuento original, la Basilisa que protagoniza esta puesta para teatro de sombras, es aquella que se aventura y padece. El héroe – en este caso la heroína- , es el alma que ve la vida ilusoria de los sentidos y se enfrenta de lleno con el tema de la muerte. Es esa niña que se interna en le bosque lleno de peligros, aparentemente sola y desvalida. Allí está la bruja, los animales feroces, el frío y la nieve. El alma pasa por un período de soledad y desolación (el bosque) y pese a eso se atreve a seguir adelante y es en ese punto donde siente que le falta algo; el sentido existencial ante la privación y la muerte, es el que suscita la búsqueda (el fuego, la llama, el calor; en una palabra, la vida). Y a medida de que busca con paciencia, con valor -que es en última instancia la superación del temor-, empiezan a aparecer pequeños indicios  y respuestas a  través de los auxiliares mágicos (Basilisa está acompañada por su muñeca Sonia)  quien la ayuda a superar las pruebas. Los apegos, las emociones, los instintos, las fijaciones, son los grandes obstáculos de este viaje heroico. Luego de sortear innumerables escollos, Basilisa llegará al final de su travesía con la tarea cumplida, sólo que en esta versión su antagonista -la bruja Baba- Yaga- no es vencida ni eliminada sino que, al igual que la heroína, se transforma.
Me parece oportuno aclarar que no lo hice por mero capricho; quería que el viaje iniciático de Basilisa fuera lo suficientemente profundo y conmovedor como para modificar el corazón de su captora, así se tratara de la peor de las brujas come niños.
Nora Lía Sormani, periodista especializada en teatro infantil señala algunos puntos de esta singular fábula:

“La Fábula de Basilisa, la luz y el fuego” es una obra de teatro para sombras con motivos e ingredientes propios del cuento maravilloso tradicional. La pequeña Basilisa tiene la misión de conseguir la luz y el fuego para cuidar a su padre del frío del invierno. La heroína parte de la casa paterna para enfrentarse con el mundo, aventura que implicará desafíos, logros y la consecuente autoafirmación personal. El objeto mágico que acompaña y alienta a Basilisa es su muñeca Sonia. Se le opone la bruja Baba-Yaga, antropófaga de niños. En el camino que va trazando la búsqueda aparecen dos animales que se distribuyen las funciones de ayudante y oponente: la lechuza Laika, quien indica el lugar donde hallar la luz y el fuego, y el cuervo Malevic, que ayudará a la bruja a malograr los méritos de la pobre niña estimulado por la codicia de ser convertido en pavo real. Baba-Yaga promete colaborar con la niña si está se pone a su servicio. Pero los fríos planes de la bruja se verán alterados por el cariño que le toma a Basilisa. Niña y bruja, buenos y malos, terminan conviviendo como nieta y abuela. La obra tiene un leit-motiv referido a  la existencia: “La nieve es triste, como la vida”, que Basilisa dice en varias oportunidades. Curci finaliza la obra con la inversión de esta frase: “Si así de linda es la nieve… ¡Imaginate qué hermosa será la vida!”, concluye la abuela-bruja Baba-Yaga. 
La atmósfera de tristeza, dolor y crueldad de algunos de los mejores cuentos de Hans Christian Andersen está presente en Basilisa…, aunque finalmente la experiencia de su protagonista deviene en felicidad esperanzada. Curci ubica la fábula en un tiempo y un espacio indefinidos –rasgo característico de la morfología del cuento tradicional- y recurre a una síntesis de acontecimientos y descripciones necesarios para darle espesor a cada acción del relato. En esta pieza cada palabra ocupa un lugar preciso, imposible de alterar si se quiere mantener su pureza de estilo. Si bien hay un periplo en espacios abiertos, la obra trasciende una cálida intimidad”

En esta versión para teatro de sombras y transparencias, tanto la heroína como su antagonista se rescatan de la soledad y el abandono y al mismo tiempo se eligen para seguir adelante en un futuro que tendrán que tejer entre ambas. Y es así, por que al trasladarlos al teatro estos personajes adquieren el don de las máscaras: por un lado resumen en una mueca toda su humanidad, y por el otro, nos revelan un mundo de sentimientos y contradicciones cuyo desafío consiste en traerlos a la luz.
Cuando comencé a trabajar el texto tenía varias versiones de la misma leyenda de las que usé sólo los personajes principales (Basilisa, su padre y la bruja Baba Yaga); la idea de incluir animales con cualidades humanas (como en toda fábula que se precie de tal), me pareció atinada en contraposición a la figura de la pequeña Basilisa.
Sabía también –y de antemano-, que la obra iba a ser llevada a escena por dos titiriteros y esa premisa fue fundamental a la hora de elegir la técnica de representación, la cantidad de personajes y el orden secuencial de las escenas. También fue determinante para definir la medida de la pantalla, el tipo y la cantidad de reflectores, los materiales, los colores, las texturas, etc. Vale decir, la obra tomó forma cuando se definió la técnica que se iba a utilizar para manipular los títeres. Con la técnica de sombras me di el gusto de experimentar  al tiempo que probaba tonalidades y  colores con esmalte para vitrales. Las figuras fueron realizadas en PVC transparente de 0,08mm, caladas luego y articuladas después, según las necesidades de movimiento de cada uno de los personajes. Se utilizó pintura al vitraux y marcadores indelebles para darles color y marcar y definir sus contornos.  La luz también pasó a ser un elemento de búsqueda, alternando distintas fuentes de energía y variando su distancia y posición con respecto a la pantalla
Sabía también – y de antemano-, que la obra iba a ser llevada a escena por dos titiriteros y esa premisa resultó fundamental a la hora de elegir la técnica de representación, la cantidad de personajes y el orden secuencial de las   escenas, la medida de la pantalla, la cantidad de luces; vale decir, la obra tomó forma cuando se definió la técnica que se iba a utilizar para manipular los títeres y después que las necesidades de la puesta en escena se tornaron claras y específicas, no antes.  En el montaje final se utiliza  la llama de dos velas, varias linternas de mano, lámparas alógenas y proyectores de luz concentrada. Otra de las posibilidades que brinda esta técnica es la de lograr primeros planos, acercamientos a modo de zoom y esfumados, o bien planos dobles con la pantalla dividida, abriendo de esta manera un amplio abanico de posibilidades en el tratamiento de la imagen y concretando la puesta mediante una técnica similar a la del montaje cinematográfico.
Otra vez el comics me aportó las imágenes que necesitaba para apuntalar el concepto plástico de la obra, esta vez a través del arte de Mike Mignola1 y sus maravillosas viñetas cargadas de claroscuros, de luces y sombras.   
Con las sombras, me di el gusto de explorar a fondo muchas de sus posibilidades hurgando en distintos tipos de texturas traslúcidas (PVC, telas, acetatos texturados y distintos tramados plásticos que permitían el paso de la luz.
El teatro de sombras y transparencias resultó adecuado para llevar esta fábula a escena; la proyección de las figuras sobre una pantalla de lienzo sugiere un mundo donde las formas emergen desde una aparente oscuridad y se terminan de completar a la luz de la imaginación.  Por eso no descarto la posibilidad de que algún espectador acceda a acompañar a Basilisa en su travesía iniciática a través del bosque y sus peligros en busca  de la luz y el fuego, de la vida misma. Y si lo hace, puede ocurrir que, al igual que la heroína de la fábula, una parte de él se haya transformado al concluir el viaje.

 Rafael Curci






1 Mike Mignola: Dibujante y guionista norteamericano célebre por su estilo sombrío, personal y sintético. Luego de trabajar en las más importantes editoriales americanas pasa  a Dark Horse donde crea a Hellboy, uno de sus personajes más populares.